La adaptación
En un sentido muy laxo, toda traducción es una adaptación de un texto original cuando se la destina a otros lectores, pero aquí nos ocuparemos de una noción más estricta: la adaptación como una técnica de traducción que es indispensable aplicar en ciertas situaciones.
Los primeros en hablar de la adaptación como técnica fueron los canadienses Jean-Paul Vinay y Jean Darbelnet, en su obra absolutamente pionera Stylistique comparée du français et de l’anglais.[1]
Casi veinte años después, Gerardo Vázquez Ayora tradujo y adaptó esta obra al castellano, reemplazando los ejemplos en francés e inglés de los canadienses por ejemplos en inglés y castellano, y escribió su magnífico libro “Introducción a la traductología. Curso básico de traducción”,[2] donde da esta definición:
“Se conoce como adaptación el proceso de conformar un contenido a la visión particular [del mundo] de cada lengua”.[3]
Menciona también esta caracterización de Alfred Malblanc:
“La adaptación es el límite extremo de la traducción. Se aplica a casos en que la situación que debe evocar una idea o un mensaje no existe en la lengua a que se traduce, y es necesario crear otra situación que evoque la misma idea”.[4]
Más modernamente, Amparo Hurtado Albir, en su “Introducción a la traductología”, la define así:
“Técnica de traducción que consiste en reemplazar un elemento cultural por otro propio de la cultura receptora”.[5]
Repárese en que estos autores hablan de “visión particular del mundo”, “situación” y “elemento cultural”. De entrada, Vinay y Darbelnet afirmaron que la adaptación desbordaba los límites de la lingüística y se internaba en lo que ellos llamaron “metalingüística”. Podríamos resumir este término diciendo que se refiere a las características y manifestaciones culturales de un pueblo, más allá de su lengua.
Veamos un ejemplo. En un artículo sobre el aumento del narcotráfico en Indianápolis en la década de 1980, dice el autor:
President Clinton’s call for a crackdown on drug dealers sounds pretty hollow in Haughville. “One strike and you’re out,” thundered the president. But Haughville’s dealers stand at the plate indefinitely, hitting foul ball after foul.
Clinton afirma que lanzará una campaña contra los traficantes de drogas y lo hace recurriendo a una metáfora del deporte nacional por excelencia: el béisbol. Hay algunos países latinoamericanos, principalmente Cuba y Venezuela, donde el béisbol también tiene difusión nacional, pero en los demás fue claramente desplazado por el fútbol de origen inglés. Y muchos lectores latinoamericanos no tienen siquiera conocimientos básicos de aquel deporte.
Personalmente, yo no podría entender una traducción deportivamente perfecta de este fragmento. Soy ignorante de todo lo vinculado con el béisbol y la metáfora de Clinton me deja en ayunas. Pienso que puede haber muchas otras personas con parecida ignorancia. En estos casos, creo que hay que ponerse en el lugar del público lector y ver cuándo y cómo es necesaria una adaptación.
Después de todo, Clinton usó el béisbol como instrumento para transmitir el sentido de lo que quería decir: en definitiva, hizo lo mismo que hacemos nosotros cuando usamos las palabras de la lengua de destino al traducir. Se trata, entonces, de recuperar el sentido, sacar del medio el molesto instrumento, y volcar aquel en moldes más generales, comprensibles por todos:
“Una falta más y quedan fuera del juego” […] pero los traficantes siguen en su lugar indefinidamente, cometiendo falta tras falta.
Algunos objetarán que Clinton usó esa metáfora y no otra, y que generalizar lo que dijo es traicionarlo. En efecto, hay determinadas situaciones comunicativas (v. gr., si el texto va dirigido al público cubano o venezolano) en que yo elegiría la traducción literal, y otras (v. gr., si el canal en que se publica permite poner notas al pie) en que también lo haría, pero con una aclaración para legos o ignorantes como yo.
Ahora bien: si esto no se aclara en el encargo de traducción o en la consigna, prefiero generalizar antes que ser tan específico que me entiendan pocos.
En lo que sigue, veremos cómo puede funcionar esta técnica en el caso concreto de la traducción al castellano de un artículo que exige varias adaptaciones si se pretende transmitir su contenido apropiadamente. La nota apareció en la revista Cosmopolitan, firmada por un tal Michael Jaffe, y fue titulada Our Hearts Break Too y subtitulada His Point of View. Como consigna para los traductores, se apuntaba que la nota no iría firmada con el nombre verdadero del autor, sino con su seudónimo: “Miguel Juárez”.
Comienza así:
The cruelest moment of my most recent breakup came when I found a brown-paper grocery bag on my doorstep, filled with every gift I had ever given my girlfriend. She’d told me over the phone that she didn’t want any reminders of me, so I thought I was prepared, but taking out the items one by one proved excruciatingly painful. Each T-shirt and trinket was weighted with memories. Suddenly, my life was a country-and-western song, twangy and sour.
Este párrafo basta para transmitir el contenido de este texto, que esencialmente quiere comunicar que no solo la mujer sufre de “mal de amores” cuando su novio la deja por otra, sino que a un hombre puede pasarle exactamente lo mismo. De ahí el subtítulo, His Point of View. La nota es humorística —su función es provocar una sonrisa y una actitud de comprensión empática; es claramente la función “apelativa” o “conativa” de la que hablaba Roman Jakobson—.
El texto elegido alude a un problema universal; su sentido no cambia, sino que por el contrario se realza, si para ciertas referencias locales se da algún equivalente que el lector pueda reconocer como parte de su realidad inmediata —o como diría Hurtado Albir, “un elemento cultural propio de la cultura receptora”—.
Ya en la última línea del párrafo citado tenemos una frase que sugiere la posibilidad de una adaptación. En efecto,
a country-and-western song, twangy and sour
habla de un género musical estadounidense, que el lector de la traducción puede o no conocer. Este texto fue propuesto en un taller de traducción cuyos participantes provenían de diferentes países hispanoamericanos. He aquí algunas de sus versiones, y luego irán nuestros comentarios.
- una canción ranchera, chillona y amarga (México)
- un tango amargo y sentimental (Argentina)
- un lloriqueado y fañoso “Lamento borincano” (Puerto Rico)
- uno de esos corridos mexicanos llenos de llanto y amargura (México)
- una pieza de música típica, nasal y tristona
- una canción folklórica y campestre, ácida y agria
- un melodrama
En los cuatro primeros ejemplos, hemos precisado la nacionalidad del traductor o traductora; está claro que todos ellos apelaron a una adaptación basada en los géneros musicales propios de sus respectivos países. Los ejemplos 5 a 7, en cambio, son universales: más que una adaptación, lo que se ha practicado aquí es una generalización. Además, la interesante Versión 7 (a la que podría agregársele algún adjetivo para mayor fidelidad) no es solo una generalización universalista sino una modulación (según la definieron todos los autores mencionados), ya que pasa de un ejemplo musical a otro teatral, televisivo o radiofónico.
No es este el único fragmento del artículo que exigía la aplicación de esta técnica. El protagonista se entrega a devaneos nostálgicos sobre su añorada relación con esa novia que ahora lo ha abandonado, y recuerda:
… our rambling conversations about records and videos and the farmhouse we both dreamed of owning, the yards of California rolls we’d shared at the local sushi bar.
También aquí hay un elemento localista. Es un ejemplo harto específico, cuya eficacia depende de que conozcamos qué son los California rolls y qué es un sushi bar. En una cultura donde estos elementos sean desconocidos, el ejemplo resultará poco comprensible si se lo traduce literalmente. Por otro lado, el sentido del ejemplo es: una comida grata, apetecible, informal, distinta de la rutinaria, compartida, que se recuerda casi como una aventura. Cualquier combinación que reúna estos elementos será buena:
- los kilos de arrolladitos sushi estilo California que habíamos compartido en el bar de comida japonesa del barrio
- los miles de arrollados de pescado y arroz al estilo californiano que … (ídem)
- las filas de pan de California que habíamos compartido en el restaurante chino de la región
- los centenares de futomakis que habíamos compartido en un restaurante de suchi aquí cerca (México)
- los montones de tacos que echamos en el puesto de la esquina (México)
- los jueyes al carapacho que nos comíamos en aquel ventorrillo junto al mar (Puerto Rico)
- los ceviches de corvina que compartimos en el Bohío Turístico de Panamá Viejo (nacionalidad evidente)
Advirtamos que la adaptación va avanzando gradualmente. En las versiones 1 a 3 todavía hay referencias al suchi y a California. La 4 ya se olvida de California. Las versiones 5 a 7 van desatando la imaginación gastronómica y paisajística, con el deliberado propósito de entusiasmar al lector, de hacerle agua la boca y miel el corazón.
Más adelante leemos:
“It would be great if your brain were like a faucet,” says an old friend, “and you could turn it off whenever you wanted.” I would tighten the spigot on weekends, especially Sundays. They’re the toughest days. I watch happy twosomes brunching, shopping, and for God’s sake, coming home from apple picking!
Detengámonos en la última frase: coming home from apple picking. No en todos los lugares hay manzanas, ni en todos es costumbre ir a recogerlas por los campos. Más aún, en los países donde la manzana es un producto de exportación (como la Argentina), cosechar manzanas es un trabajo bien remunerado pero duro, reservado a peones u hombres de campo, que se realiza no por placer sino por dinero. Por lo tanto, muchos colegas sintieron una razonable necesidad de adaptar también esta frase, ya que el sentido, nuevamente, no depende de las manzanas sino de que se comparta una actividad grata y corriente en pareja:
- volviendo a casa después de haber pasado el día al aire libre
- de vuelta a casa después de ir por el pan
- regresando a casa después de haber pasado el día en el campo recogiendo naranjas
- regresar de pescar a la orilla del mar
- regresar de comerse un raspao
La compra del pan, la recolección de naranjas, la pesca y el “raspao” (refresco helado de sirope y leche condensada), o el solo hecho de estar todo el día al aire libre, son seguramente, para los pobladores respectivos de esas regiones, menesteres mucho más jubilosos que la cosecha de manzanas. Eso es lo que importa.
El artículo sigue diciendo:
The New York Times runs page after page of wedding announcements, and I cautiously look for my ex’s name even though I know she wouldn’t (couldn’t!) marry someone else without letting me know.
Ahora bien: si hemos decidido adaptar a country-and-western song porque eso no les dice mucho a mis compatriotas; y por el mismo motivo the yards of California rolls y apple picking, y todo ello lo hemos reemplazado por ejemplos locales más verosímiles para los hispanoamericanos que lean esta nota, ¿por qué dejaríamos The New York Times? Hasta aquí, el lector se ha consustanciado con el autor sintiendo que es un compatriota, y eso le permite vivenciar mejor su dolor de novio abandonado. La presencia del periódico extranjero introduce una nota muy discordante: tenemos que adaptar.
- El Excelsior (México)
- el Puerto Rico Ilustrado
- La Estrella de Panamá
- Tiempos Neoyorquinos
- Los periódicos principales
Hay soluciones locales o universales (5). Incluyo adrede la versión 4 porque no es una buena solución: en rigor, es casi inverosímil que se publique en un país hispanoamericano un diario con ese título. A veces, la traducción que parece más próxima es la más lejana.
Hasta que el pobre tipo se cansó de sufrir tanto y se plantó diciendo:
And then, “Enough!” I finally announced, to no one in particular. I hit the gym to erase her memory by climbing several skyscrapers’ worth of StairMaster steps.
Incluye dos problemas: una marca de aparato gimnástico bastante conocida —aunque tal vez no en ciertos lugares de Hispanoamérica— y unos skyscrapers que en muchas ciudades latinoamericanas son menos comunes que en Nueva York o Chicago.
Como veremos, la mayor habitualidad de estos elementos culturales en América Latina llevó a varios traductores a mantenerlos:
- subiendo el equivalente de las escaleras de varios rascacielos, usando la máquina de ejercicio de marca StairMaster
- prendido al StairMaster, como si trepara un rascacielos varias veces
- como si subiera a un rascacielos por las escaleras varias veces
- escalar el equivalente de varias pirámides en el StairMaster
- escalando varias veces el Yunque por los peldaños de la máquina de hacer ejercicios (Yunque: pico más alto de Puerto Rico)
- haber trepado por lo menos a tres de las torres del Centro Comercial Tamanaco (México)
- un ejercicio equivalente a escalar varias veces el rascacielos más alto de la ciudad
Estas versiones han sido ordenadas en el sentido de su creciente universalidad. En 1, 2 y 4 aún se mantiene el nombre propio; 1 es sumamente aclaratorio sobre StairMaster, da casi una definición. En 3 se ha renunciado a esa marca y en 4 se han reemplazado los rascacielos por las pirámides, y las dos fórmulas resultan razonables. En 5 y 6 se ha adaptado ambos elementos culturales; además, en 6, como en 3, se ha renunciado al StairMaster y a cualquier otra máquina. Lo mismo sucede en 7, donde se advierte que, sin necesidad de mantener el nombre del aparato, se puede transmitir el sentido esencial de la fatigosa pero terapéutica medida adoptada por “Miguel Juárez”.
Resumiendo:
Cada traducción implica una particular situación comunicativa, y un mismo texto no se traducirá igual en situaciones comunicativas diferentes.
Al tomar este texto para reproducir en una publicación destinada a una comunidad hispanoamericana, sin mención de fuente ni de autor extranjero, se dan todas las condiciones para hacer buen uso de la adaptación, como técnica tendiente a establecer un mejor contacto con el lector y así aumentar la eficacia de la traducción. En un caso como este, el concepto de fidelidad al autor no tiene igual razón de ser que en otros casos, y se impone, en cambio, el concepto de fidelidad al lector y a lo que este espera de la traducción desde el punto de vista comunicativo.
El texto elegido alude a un problema universal; su sentido no cambia, sino que por el contrario se realza, si para ciertas referencias locales se da algún equivalente que el lector pueda reconocer como parte de su realidad inmediata.
Si este texto se tradujera más o menos literalmente, sin preocuparse por este elemento, se trataría de un error importante de traducción, un error extralingüístico o comunicativo. En efecto, para publicar en una revista latinoamericana esas traducciones pueden resultar, sencillamente, inútiles. No se habría comprendido la importancia que tiene el acto de traducir como situación comunicativa. El editor lo sabe y, si es que solicitó la traducción de esta nota, querrá aprovechar todo lo que hay en ella de rescatable prescindiendo de lo que no tiene aplicación a su clientela.
[1] París: Didier, 1958, 331 págs.
[2] Washington: Georgetown University Press, 1977, 435 págs.
[3] Op. cit., pág. 324.
[4] Ibíd., págs. 324-325.
[5] Madrid, Ediciones Cátedra, 2001, pág. 633.
Leandro Wolfson es un traductor científico y literario argentino. Ha traducido más de 230 libros y gran cantidad de artículos para revistas científicas, principalmente en el campo de las ciencias sociales, la psicología y el psicoanálisis. Ha sido revisor y coordinador de talleres de traducción a distancia para traductores radicados en Estados Unidos y otros países. Es autor del libro El placer de traducir: experiencias y reflexiones de un traductor profesional (2005). Correo electrónico: wolfson.kiernan@gmail.com
