Normas de corrección en español

NORMAS DE CORRECCIÓN EN ESPAÑOL

María Gabriela Ortiz y Damián Vázquez

INTRODUCCIÓN

En el sector de la traducción, se emplea habitualmente un proceso de producción que se conoce como TEP (del inglés, translation, editing and proofing). Estas etapas básicas pueden, a su vez, desglosarse en distintos pasos previos y posteriores a la traducción, como el análisis de los archivos, la extracción de términos, la creación de bases terminológicas, y la pretraducción, entre otros. La norma europea EN-15038 establece seis diferentes niveles de intervención: traducción, control, corrección, revisión, prueba y verificación final; mientras que la norma estadounidense ASTM F2575 prevé cuatro: traducción, corrección, formato final y prueba (1) (2).

A pesar de las objeciones planteadas en su contra, la realidad indica que el proceso TEP es el más utilizado en nuestro sector, y que seguirá siéndolo en el futuro.

¿Qué implicancias tiene este modelo en nuestra tarea diaria? La primera y más importante, a nuestro parecer, es que en la producción de traducciones intervienen múltiples actores, todos los cuales están sujetos a la posibilidad de cometer errores, tal como lo expresa la máxima irrefutable errare humanum est.

CORRECTORES Y CORRECCIÓN

La profesión de corrector no es exclusiva del sector de la traducción. Por el contrario, cuenta con una larga historia en el sector editorial. Se considera que Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue el más erudito corrector de pruebas.

Se trata de una profesión de larga trayectoria que emplea normas aceptadas y difundidas, aunque no por ello universales.

Debe tenerse en cuenta que, en este trabajo, la palabra «corrección» no se refiere a la cualidad de correcto, sino a la acción o efecto de corregir o enmendar lo errado, según las definiciones del Diccionario de la Real Academia Española. También aclaramos que es muy frecuente utilizar los términos «edición» y «editor» que son calcos de las palabras inglesas, y cuyo significado no debe confundirse con el uso de estas palabras en la industria editorial.

A menudo, en el caso de las traducciones, las personas encargadas de corregir los textos no son correctores profesionales. Nuestra opinión es que los traductores que ofician de correctores pueden servirse de algunas de las normas de corrección comunes en la industria editorial en español y en inglés para mejorar la redacción final de las traducciones, y fomentar una relación entre traductores y correctores sobre la base de pautas objetivas, en lugar de en opiniones subjetivas.

NORMAS DE CORRECCIÓN

Las normas de corrección o de correcta redacción que presentaremos han sido tomadas de distintos manuales de estilo editorial, de los materiales de estudio de cursos de corrector que se ofrecen en el mercado, y de las opiniones de reconocidos escritores y editores. Creemos que todas ellas son de utilidad, siempre y cuando se las evalúe en cada caso particular con criterio independiente y en el contexto adecuado. Ninguna de las propuestas puede aplicarse como una fórmula universal y única para todos los tipos de discurso, ni para todos los canales de comunicación, ni para todos los destinatarios.

En su tarea, nos parece útil que el corrector tenga presente el consejo de John Grimond, autor de The Economist Style Guide, uno de los manuales de estilo más reconocidos en la industria editorial (3):

«La moraleja para los correctores es que deben respetar la buena redacción. […] En última instancia, el estilo de cada redactor debe reflejar sus pensamientos y su personalidad. […] los correctores deben ejercer un adecuado autocontrol y recordar que su versión también será corregida.»

Siempre que no haya errores, el corrector debe evitar la corrección superflua, las intervenciones excesivas, la imposición del estilo o de las preferencias personales por sobre las elecciones del traductor, que a su vez deben reflejar los pensamientos y las elecciones del autor o del emisor.

En la misma línea, Antonio Martín (4), Presidente de la UniCo, resume claramente qué tareas no están incluidas en la función del corrector mediante los siguientes postulados: nadie corrige estilo; un corrector no mejora ni enriquece el texto; un corrector no revisa una traducción; los correctores no solo trabajan para traductores o editoriales; y un corrector no corrige contenido.

Normas hay, y muchas. Algunas son de corte puramente lingüístico y otras,  actitudinal. Creemos que ambos tipos de lineamientos pueden contribuir para mejorar la calidad del texto y para profesionalizar la relación entre los que intervienen en el proceso TEP. A continuación ofrecemos un repaso de algunas de las normas de corrección, y analizamos los aspectos que consideramos más interesantes de cada una de ellas.

Distintos niveles de intervención

En general, se acepta que existen distintos niveles de intervención en un texto, que podríamos denominar «limpieza» superficial, media y profunda, basados en los requisitos del cliente, el uso que se le dará al texto y el presupuesto.

Así, la limpieza básica que debe hacerse en los tres niveles de intervención comprende la corrección de los errores gramaticales, la puntuación, los falsos amigos, las rimas internas, las muletillas y las cacofonías. El resto de las tareas corresponden a uno u otro nivel de intervención más profunda, donde la adaptación de estilo es la más integral de todas.

Consideramos que este enfoque es interesante para el sector de la traducción, porque ofrece una lista detallada de intervenciones que podrían correlacionarse con los diferentes requisitos del cliente y los distintos usos del texto, por ejemplo, para el caso de la corrección de textos producidos por traducción automática.

Cassany y La cocina de la escritura (5)

Además de ejercicios para la correcta redacción y la descripción del proceso mental y físico de la escritura, el autor presenta un «decálogo de la redacción» en el que caracteriza al corrector como un «lector cómplice» del autor. Esta figura describe perfectamente nuestra opinión de que tanto el traductor como el corrector deben trabajar al unísono con un mismo propósito que Cassany resume en esta pregunta: «¿Esta es la mejor versión de este texto que soy capaz de escribir?».

Respecto de la propuesta del autor –que analiza distintos aspectos relacionados con la legibilidad lingüística y tipográfica, la arquitectura de la frase, el estilo llano, la selección sintáctica y los solecismos más comunes– disentimos de la máxima que plantea que la gramática debe corregirse al final. En nuestra opinión, al hacerlo se agrega un riesgo innecesario de que ciertas incorrecciones gramaticales pasen inadvertidas.

Grijelmo y El estilo del periodista (6)

Esta obra magistral se basa en el contacto diario del autor con la redacción periodística. A pesar de que muchas de sus secciones son exclusivamente inherentes a esta, el análisis del buen y el mal estilo que propone Grijelmo nos permite reflexionar sobre aspectos textuales que solemos obviar, como el ritmo o el ambiente. En especial, el análisis de los vicios de redacción más comunes nos advierte sobre nuestras propias debilidades, como el uso excesivo del verbo  «realizar», el abuso de siglas o del guion, que a menudo se cuelan del inglés original.

Otras, varias y diversas

En The Economist Style Guide, además de las cuestiones que hacen al estilo, se proponen actitudes que deben adoptarse a la hora de redactar. En nuestra opinión, son igualmente válidas a la hora de traducir y corregir. La más acertada y que resume todas las posibilidades es: «Haz todo lo que puedas por ser lúcido».

Alicia Zorrilla, miembro de número de la Academia Argentina de Letras y miembro correspondiente hispanoamericana de la Real Academia Española, también ha propuesto una serie de pautas que deben tenerse en cuenta a la hora de redactar, entre las que merece destacarse por su originalidad: «Disciplina de trabajo, concentración y tenacidad».

José Martínez de Sousa (7) también se refiere a la actitud ante la tarea de corregir un texto y, especialmente, a un fenómeno por el cual el original «se come la moral del corrector». Lo define como un sesgo que hace que el corrector vaya encontrando cada vez menos errores en el texto a medida que avanza en la corrección (en parte por mimetismo con el estilo del autor, y en parte por cansancio).

The Chicago Manual of Style, cuya 16.a edición se publicó en agosto de 2010, recuerda también que las normas de corrección no están talladas en piedra y sentencia: «Representan la generalidad de los casos, pero deben aplicarse con cierto grado de elasticidad» (8).

En el prólogo de El dardo en la palabra, Fernando Lázaro Carreter se refiere a las dos tensiones deliberadas o inconscientes que someten a la lengua natural a una permanente actividad revisionista y a un permanente arqueo y remoción: las fuerzas centrípetas que se oponen a los cambios en el cuerpo idiomático, y las fuerzas centrífugas, que actúan en sentido contrario (9). Esta convergencia de vectores que aglutinan y que dispersan impulsa la evolución de la lengua. Los cambios en el lenguaje resultan siempre de mutaciones en la sociedad hablante. Así, enseña Lázaro Carreter: «No cabe, pues, optar por decisiones tajantes, pues casi nada es tajante y neto en la vida del idioma».

CONCLUSIONES

En resumen, creemos que en la corrección de traducciones pueden emplearse las normas de redacción y corrección que la industria editorial ha establecido desde hace tiempo. Una compilación de las diferentes propuestas podría ser:

  1. Concentrarse en la tarea.
  2. Ejercer autocontrol, evitar excederse en las correcciones y recordar que la versión propia también será corregida.
  3. Enmendar siempre las incorrecciones gramaticales, las muletillas, los errores de puntuación y todo lo que afee al texto. Preguntarse si esa es la mejor versión que uno puede escribir del texto en cuestión.
  4. Es posible intervenir en distintos niveles. No ser tajante, puesto que casi nada lo es en la lengua.
  5. Ser cómplice del lector. No darle trabajo innecesario.
  6. Respetar el humor, el ritmo, la ironía, el ambiente y el vocabulario. No aplanar el texto, no atenuar el buen estilo.
  7. Hacer todo lo posible por evitar empobrecer el lenguaje.
  8. Trabajar con el cliente y pensar en el destinatario del texto.
  9. Conocer y apreciar el buen español.
  10. Tener en cuenta estas normas y recordar que no están labradas en piedra; si no tienen sentido en un caso particular, no deben ser cumplidas.

BIBLIOGRAFÍA

  1. European Standard EN-15308. Translation Service – Service Requirements. European Committee for Standardization, mayo de 2006.
  2. ASTM Standard F2575. Standard Guide for Quality Assurance in Translation. American Society for Testing and Materials, septiembre de 2006.
  3. The Economist. Style Guide. The Bestselling Guide to English Usage. Londres, The Economist Newspaper Ltd., 2005.
  4. Martín, Antonio. El corrector frente a la diversidad y la norma. Vasos comunicantes: revista de ACE traductores, Nº. 39, 2008.
  5. Cassany, Daniel. La cocina de la escritura. Barcelona, Anagrama, 2002.
  6. Grijelmo, Álex. El estilo del periodista.  Madrid, Taurus, 1997.
  7. Martínez de Sousa, José. El mundo de la corrección en el proceso de la traducción. Salón de actos de la Facultad de Filosofía y Traducción, Universidad de Vigo, 2007. Puede verse la intervención completa en  http://tv.uvigo.es/es/objmm/1376.html
  8. The Universityof Chicago. The Chicago Manual of Style. Chicago, TheUniversity ofChicago Press, 2003.
  9. Lázaro Carreter, Fernando. El dardo en la palabra. Barcelona, Random House Mondadori, 2005.

María Gabriela Ortiz es traductora pública, certificada por la American Translators Association (inglés > español) y localizadora certificada por The Institute of Localization Professionals (Nivel 1). También traduce de alemán y latín a español, contacto: gabriela@mgo-traducciones.com.ar

Damián Vázquez es médico traductor y editor de medicina y ciencias de la salud de Editorial Médica Panamericana. Su campo de trabajo es el lenguaje médico, contacto: damian_vazquez8430@hotmail.com